El yacimiento arqueológico del Cerro de los Indios, en el noroeste de Santa Cruz, es el más antiguo de la provincia y el de más fácil acceso para el turismo, a cuatro kilómetros de la comuna de Lago Posadas, en una zona llana que permite visitarlo aún en invierno.
Las pinturas rupestres y grabados hechos hasta hace casi 4.000 años están al alcance de la vista desde el exterior, sin necesidad trepar o internarse en la montaña para verlas. Figuras humanas y de animales, dibujos geométricos y réplicas de huellas de patas y manos, permanecen grabadas o dibujadas con pintura indeleble sobre las rojizas paredes del cerro.
Debido a esa fácil accesibilidad, autoridades de Lago Posadas sólo permiten su visita con guía local, que se debe solicitar en la Oficina de Turismo de esta localidad de unos 300 habitantes.
Tuve oportunidad de visitar el lugar a fines del otoño, invitado por la Comisión de Fomento local, un órgano de gobierno equivalente a la intendencia, en comunas de pocos habitantes, presidido por Víctor Pennisi, un porteño afincado hace años en esa zona fronteriza de Santa Cruz. En esa época es recomendable iniciar las excursiones al cerro cerca del mediodía, para aprovechar la mejor luz diurna, ya que el sol asoma aproximadamente a las 9 y se pone cerca de las 18.
El funcionario explicó que formaron guías para ese sitio arqueológico, "tanto para evitar la depredación como eventuales accidentes, y para explicarle al visitante que cada pintura o grabado tiene un significado y hay una historia del lugar".
La camioneta abandonó el caserío que conforma Lago Posadas y ocupa unas 20 manzanas y tomó un camino que pronto se convirtió en una huella, cuyas sinuosas paralelas cruzaban el valle rumbo a los cerros, entre los que se destacaba el De los Indios, por su color rojizo y sus paredes perpendiculares al suelo. Desde lejos se advertía que este cerro tiene una conformación geológica particular. Mientras los estratos de las otras elevaciones manifiestan su origen sedimentario, éste es claramente una afloración rocosa de las más duras.
Después de unos tres kilómetros hubo que apearse y caminar unos mil metros sobre el pasto quebradizo y escarchas que el sol derretía lentamente, esquivando pequeños charcos de agua helada. El sendero desembocó en el frente norte del farallón, donde está la mayoría de las pinturas y grabados, con sus variadas técnicas y estilos.
Hay decenas de pinturas en colores negro y rojo de distintas tonalidades, con planos, líneas y puntillados, sobre la roca fresca, pulida o patinada, lo que según el guía indica que datan de distintos momentos, de entre 900 a 3.900 años.
Entre ellas hay figuras humanas y de animales -guanacos y cérvidos-, expuestos en forma individual o grupales y también en escenas de caza. Algunos de esos animales tienen barrigas prominentes, por tratarse de hembras preñadas, mientras una figura felina, solitaria y de mayor tamaño, se destaca del resto por estar hecha con prolijos y numerosos puntos oscuros.
En algunos lugares quedaron manos en "negativo", impresas al apoyar la palma empapada en pintura y otros dibujos son círculos concéntricos, algunos entrecortados para dar forma a laberintos de diversos tamaños. También hay réplicas de huellas de animales, pintadas o grabadas, y no faltan las figuras geométricas, con guardas y líneas en zigzag.
Sobre la cabeza del visitante a unos cinco metros de alto, en la parte inferior de un alero, se pueden ver unos círculos rojos del tamaño de una pelota de tenis, que el baqueano asegura fueron hechos con pelotas semejantes a las de las boleadoras, embebidas en pintura y arrojadas a la altura.
El cerro está en una cuenca considerada baja, de entre 200 y 300 metros sobre el nivel del mar, con pendiente hacia el Océano Pacífico, que fue habitada por las culturas tehuelche y pretehuelche. El lugar ofrecía a sus habitantes agua del lago y ríos, abundante leña y caza de variadas especies, además de la ventaja estratégica de una amplia visibilidad de los alrededores.
Mientras un corto recorrido lleva al turista desde el pueblo al cerro, llegar a Lago Posadas requiere un extenso recorrido desde las urbes más cercanas. El aeropuerto más próximo es el de Comodoro Rivadavia, a 560 kilómetros, mientras por tierra se llega por la Ruta Nacional 40 hasta Bajo Caracoles, desde donde se debe desviar al oeste por la provincial 39 y recorrer 75 kilómetros sobre ripio.
Además de turismo arqueológico, este pueblo cuyo nombre oficial es Hipólito Yrigoyen ofrece recorridos por los lagos Posadas y Pueyrredón, escaladas al cerro San Lorenzo, senderismo, cabalgatas y estadías en estancias, posadas y hospedajes.
En noviembre comienza la temporada de pesca deportiva y desde la primavera se puede visitar otro sitio arqueológico, a unos 15 kilómetros por un camino de ripio: Laguna Seca, o Cueva de los Leones (sobre la que próximamente habrá material en estas crónicas), ya que durante el invierno es un refugio de pumas.
Gustavo Espeche Ortiz
(Publicado por la Agencia de Noticias Télam)