lunes, 7 de junio de 2010

LOS JAPONESES CAMPEONES MUNDIALES DE TANGO

“CUANDO EMPEZAMOS A BAILAR TANGO, NO CONOCÍAMOS EL ABRAZO”




Una vez le preguntaron a su maestro de tango cómo abrazarse, y éste les respondió que lo hicieran de forma natural, entonces le preguntaron qué era un abrazo natural, porque en Japón no es natural abrazarse. Aprendieron y, el año pasado, Kyoko y Hiroshi Yamao ganaron el Campeonato Mundial de Tango en la categoría Salón, donde lo importante es el abrazo.



Parecen dos adolescentes: ella, pequeña y ágil, con ojos vivaces y risueños que ocupan gran parte de su rostro; su piel es tersa y tiene una expresión fresca de estudiante secundaria. Él es espigado y usa la típica barba rala de un joven que quiere parecer mayor. Pero Kyoko tiene 35 años y Hiroshi 39, y una carrera juntos que tuvo su apogeo el 29 de agosto de 2009, en el estadio Luna Park, cuando se consagraron campeones mundiales de Tango Salón.
El reportaje con este matrimonio se realizó en dos lugares. Primero, una milonga de la calle Niceto Vega, en Palermo, a la que fueron a ver una exhibición de los campeones del año anterior, Daniel Nacucchio y Cristina Sosa. Allí Hiroshi recibió a este corresponsal con un saludo al estilo argentino: un abrazo y un beso. También Kyoko.
- ¿Qué sintieron al momento de ganar?
- Estábamos esperando, como todos -cuenta Kyoko-, nerviosos, y cuando el locutor comenzó a decir lentamente el número, “trescientos noventa y...” yo supe que éramos nosotros, porque quedaban muy pocos de 300 y el nuestro era 397.
- Yo me había olvidado nuestro número -confiesa Hiroshi- y en ese momento repetía “ojalá que sea el nuestro”. Cuando dijeron 397 nos emocionamos, lloramos, reímos, nos abrazamos y no me acuerdo mucho más porque enseguida estábamos rodeados de gente que nos felicitaba, abrazaba y besaba, y las fotos y la alegría de amigos y bailarines.
Entre tanta algarabía en el escenario, hubo un momento en que Hiroshi giró la cabeza y exclamó un larguísimo “¡Fabiiii!” y abrazó a su maestro, Fabián Peralta, campeón mundial de Tango Salón -junto a Natacha Poberaj- en


2006.





- ¿Cómo entrenaron para el campeonato?

- (Hiroshi) Nada especial, la práctica de siempre. El año pasado participamos, pero llegamos a Argentina el mismo día de la final y no estábamos bien físicamente y no pudimos hacerlo bien. Este año vinimos dos meses antes, para aclimatarnos, ensayar con nuestro maestro, Fabián, y llegar descansados.
De a ratos, la charla se interrumpe y salen a bailar como una pareja del montón, como aseguran que lo hicieron en todas las instancias del campeonato. Bailan un mesurado estilo milonguero, siguen la ronda y marcan los pasos con precisión, sin figuras ni movimientos aparatosos, aunque algo rígidos, demasiado prolijos, como si el título les pesara en los hombros y supieran que todos los miran y no pueden cometer el mínimo error.
Hiroshi es de Kawasaki pero vive en Tokio, donde abandonó su trabajo en una fábrica de autopartes por el tango, al comenzar a bailarlo hace nueve años sin práctica alguna en otra danza. Ella, que era empleada y escribía textos periodísticos, llegó a la capital japonesa desde Yokohama, con experiencia en danza contemporánea, y entró al tango un año después, con él.
“Nuestros alumnos toman el abrazo sólo como una posición para
bailar,
entonces les explicamos que debe ser con sentimiento”

Un japonés de otra mesa invita a Kyoko y van a la pista.
- ¿Acostumbran bailar con otras personas?
- En general, yo no invito a bailar a desconocidas, pero a ella a veces la sacan, y acepta, pero preferimos bailar entre nosotros. En Argentina, cuando un desconocido quiere bailar con Kyoko me pide permiso; en Japón nadie pide permiso. Eso tenemos que enseñar a nuestros alumnos japoneses: los códigos del tango en Buenos Aires.
- ¿Qué es el tango para ustedes?
- Antes era sólo baile, después fue un misterio y ahora es una herramienta de comunicación y placer. De comunicación entre nosotros, porque cuando mejor bailamos mejor es la relación de pareja, y por eso queremos siempre mejorar nuestro baile.
- ¿Es difícil enseñar tango a los japoneses?
Kyoko, de regresó a la mesa, responde:
- Es difícil enseñarlo, como nos fue a nosotros aprenderlo. A nosotros nos costó mucho el abrazo, la corta distancia, el contacto cercano, pero ahora tenemos experiencia y podemos enseñar el sentido de todo eso. Nuestros alumnos toman el abrazo sólo como una posición para bailar, entonces les explicamos que debe ser con sentimiento. Cuando empezamos, nosotros desconocíamos el abrazo; le preguntamos al maestro cómo era el abrazo y nos respondió que debía ser un abrazo natural, pero no sabíamos cómo era natural, porque allá no es natural abrazarse.


La entrevista siguió un mediodía, en un restorán de Córdoba y Callao, donde compartían un almuerzo porteño: pollo al horno con papas.
Allí contaron que después de iniciarse con Kasumi Kuwabara, una de las pocas maestras de tango salón de Tokio, viajaron a Buenos Aires en 2006, y casi un año tomaron clases con Fabián y Valentina Villarroel, quienes les armaron una coreografía con la que en 2007 obtuvieron el tercer puesto en el Mundial, categoría Escenario, además del sexto en Salón.



“Los porteños -dice Kyoko- tienen una personalidad muy particular y cada uno su pensamiento, y está orgulloso de ello; en Japón, todos imitan o no tienen su característica propia, todo es más uniforme”.

Hiroshi asegura que este título producirá cambios en el tango en su país: “En Japón no se bailaba mucho tango salón, pero desde nuestro sexto puesto en 2007 empezó a cambiar y ahora se baila. Antes se bailaba más escenario, porque el único contacto era la visita de bailarines argentinos de escenario, que mostraban sus habilidades y entonces la gente quería imitarlos y querían aprender ganchos y figuras tipo profesional, pero eso está cambiando”.
A Kyoko le gusta bailar D'Arienzo, con Echagüe, y él prefiere a Fresedo, con Roberto Rey, y sus milongas predilectas son Sunderland, la Baldosa y Glorias Argentinas. “Las tradicionales, de barrio -explica Hiroshi-. A veces, sólo cuando vienen amigos del exterior, vamos a las del centro, del circuito para extranjeros”.-


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 CAMPEONATOS Y SOSPECHAS


Para los milongueros, el Campeonato Mundial de Tango es algo poco importante, una cosa ajena y lejana, reservada para profesionales o aspirantes a serlo, que le dedican el máximo de tiempo y esfuerzo, como en una carrera universitaria.


Además, desconfían de los jueces, porque así como resultó sospechoso que en 2008 aumentaran el número de finalistas para que entrara Maxi Copello (hijo del maestro Carlos Copello), en 2009 el rumor fue que se buscó beneficiar al turismo después de una muy mala temporada, y por eso ganó una pareja de Japón, un excelente mercado emisor de turistas de buen poder adquisitivo y admiradores del tango.
“En la Secretaría de Turismo están estudiando si el año próximo conviene darle el campeonato a Australia o Israel”, ironizó un colega que cubría el campeonato.
Sobre Hiroshi y Kyoko, todos coinciden en que son simpáticos, agradables y saben bailar, pero también dicen que tienen defectos de baile que un campeón no debería tener: flexionan las rodillas, miran el piso, son rígidos y poco naturales, “parecen empalados”, comentó el amigo.
Pero la verdad es que todos los participantes del campeonato parecían bailar igual, como queriendo demostrar en cada paso, casi milimétricamente, cuán bien cumplían con las reglas de la milonga.
Algunos finalistas permanecieron en Buenos Aires después del campeonato e iban a las milongas. En la pista parecían forzados a ser perfectos, como si estuvieran siempre bajo los ojos del jurado, mientras junto a ellos otros milongueros disfrutaban de un baile cargado de la naturalidad, soltura y picardía del tango argentino, totalmente desinteresados de los campeonatos, y sobre todo pleno de la personalidad de cada uno.-



Por Gustavo Espeche Ortiz
(Publicada en la revista La Cadena, de Holanda, especializada en Tango)