martes, 22 de febrero de 2011

EL CRUCE DE LA CORDILLERA EN MULA POR LA RIOJA


Durante enero y febrero de 1817 varias columnas de patriotas cruzaron los Andes, como parte de la estrategia del General San Martín para derrotar a los españoles en ese país, lo que finalmente concretó en la Batalla de Chacabuco. Varios cruces cordilleranos conmemoran la gesta en estos meses, como el que se hace por San Juan, del que participé hace un par de años, y el de La Rioja, que integré en enero y tras el cual escribí esta crónica.

Argentinos y chilenos se abrazaron nuevamente en el hito fronterizo de Come Caballos, a unos 5.200 metros de altitud en la cordillera, a donde llegaron en mula para homenajear a los milicianos riojanos que hace 194 años cruzaron los Andes para arrebatarle las ciudades Copiapó y Huasco a los españoles, durante la gesta libertadora sanmartiniana.          
 El encuentro, del que participaron más de 200 argentinos y un grupo menor de chilenos, se realizó bajo un caliente sol andino, atravesado por esporádicas neviscas, en una jornada que comenzó con temperaturas bajo cero y en la que también hubo fuerte viento con aguanieve. 
La marcha empezó el sábado en el refugio Barrancas Blancas, a unos 4.000 metros de altitud en la cordillera riojana, en el que no existen comunicaciones electrónicas salvo por conexión satelital. 
  Desde ese punto, ubicado sobre la ruta que lleva al paso internacional de Pircas Negras, la caravana de unas 120 mulas y algunos caballos tomó hacia el sur y recorrió el lecho del río Salado hasta el refugio Come Caballos, acompañada por algunas camionetas cuatro por cuatro desde caminos de montaña cercanos.  Este segundo cruce cordillerano que organizó el gobierno de La Rioja se realizó en memoria de los 350 milicianos que, al mando de Nicolás Zelada y Francisco Dávila, partieron el 22 de enero de 1817 de Guandacol, en La Rioja, para tomar Copiapó y Huasco, lo que concretaron en febrero siguiente. 
La denominada Expedición Auxiliar Zelada-Dávila se realizó a pedido del General San Martín, con la intención de debilitar a las fuerzas realistas y asegurar su triunfo en la Batalla de Chacabuco al mes próximo, cuando cruzó por San Juan con el Ejército Libertador. 
El cruce, que comenzó este viernes, fue encabezado por el gobernador riojano, Luis Beder Herrera, en tanto al frente de los expedicionarios chilenos estuvo el alcalde de Copiapó, Maglio Ciacardini. 
La travesía fue en gran medida simbólica, ya que la expedición histórica partió de Guandacol, varios cientos de kilómetros antes que ésta, y porque ahora los expedicionarios chilenos no fueron directamente desde su país hasta el hito, sino que entraron por Pircas Negras hasta el refugio anterior, y de allí marcharon junto a los argentinos. 
De todos modos, las dos duras jornadas de marcha, siempre cuesta arriba y soportando las polvaredas en el lecho del río casi seco, lluvias heladas, repentinas nevadas y un sol que cuando despejaba subía la temperatura a más de 40 grados, fueron una buena forma de expresar el patriotismo y el homenaje a esos héroes. 
La dureza del empredimiento también se manifestó en los numerosos cuadros de "soroche", o mal de altura, que sufrieron quienes llegaban de zonas bajas, y la cantidad de analgésicos que entregó el equipo médico que acompañó a la caravana.
El refugio de Barrancas Blancas está en un espacio protegido de los fuertes vientos, pero en una zona de muy baja presión que genera un apunamiento mayor a otras zonas más altas, lo que frustró a algunos jinetes, quienes permanecieron todo el tiempo en la enfermería con oxígeno o fueron trasladados a un refugio unos mil metros más abajo.
El jefe del equipo médico, Mario Ramón Herrera, director del hospital de la localidad de Vichina, aclaró que fueron casos leves, muchas veces por descuido de la gente, que hacía esfuerzos indebidos, por una inadecuada ingesta de alcohol o por exceso de tabaco. 
Pero la dureza del trayecto comienza mucho antes, ya en la Quebrada del Troya, un camino de cornisa sinuoso, que corre en ascenso entre cerro marrones y junto al lecho de ese río, aunque muchas veces desde muchos metros más arriba.
Una muestra de su peligrosidad fue el accidente de un camión que transportaba mulas y volcó poco antes del refugio Barrancas Blancas. Si bien el conductor salió ileso, debieron sacrificar tres animales, en tanto otros seis sufrieron lesiones y tampoco seguirán en la expedición.
Tras partir de ese refugio sobre las mulas que avanzaban con su tranco corto y duro -mucho más seguro que el de los caballos- el trayecto fue oportuno para disfrutar de un desconocido paisaje de montaña, caracterizado por cerros mayormente monocromos en tonos marrón rojizo, que contrastan con el verde y amarillo de las vegas del Salado, que corre como un delta de finos hilos de agua transparente, con pequeños saltos hacia el este. 
El cielo despejado era de un azul profundo y las sombras de las nubes que llevaba el fuerte viento dibujaban numerosas figuras en las laderas, salvo cuando un manto gris lo cubría todo y anunciaba prontas precipitaciones pluviales o níveas. 
Los expedicionarios le agregaban color al paisaje, con los oscuros trajes de los gauchos argentinos, con sus adornos plateados y bordados en tonos rojos, y los atuendos celestes de sus pares chilenos, enarbolando ambos las banderas de sus países, y las de La Rioja y Copiapó. 
También se veían los relucientes uniformes de una guardia de Granaderos a Caballo llegada desde Buenos Aires que acompañaba a Beder Herrera, algunos uniformes verdes de personal del Ejército y de Gendarmería, y a numerosos particulares que lucían los ponchos riojanos y los rojos pañuelos federales que les regalaron los organizadores. 
Además de las autoridades, participaron de la expedición numerosos invitados, organizaciones tradicionalistas, gente vinculada a la historia y el turismo y un grupo de senderistas que hizo "trekking" desde el refugio Come Caballo hasta el hito del mismo nombre. 
El acto de homenaje se realizó en ese punto fronterizo, desde el cual se ven la quebrada del Salado bordeada de las rojizas faldas en Argentina y numerosos cerros más bajos, con mayor variedad de colores, del lado chileno. 
Luego de izar ambas banderas nacionales se entonaron los himnos de los dos países, se intercambiaron ofrendas y, para el cierre, hubo una invocación religiosa a cargo de un sacerdote riojano y otro de Copiapó.

Por Gustavo Espeche Ortiz
Publicado en la Agencia de Noticias Télam - Argentina

martes, 15 de febrero de 2011

MARRAKESH: LA CIUDAD ROSA Y LA PLAZA MAS FAMOSA DEL NORTE DE AFRICA (No es una crónica desde el sur, sino con mirada sureña)



Todo es sinuoso: Las calles estrechas, el laberinto de sus manzanas irregulares, sus frentes e interiores, los utensilios y los antiguos cuchillos de guerra, las alfombras que cuelgan de balcones, las serpientes encantadas por falsos flautistas,  los cuerpos que duermen en las calles y el baile al ritmo de las darbukas. 


En Marrakesh, también son ondulantes las dunas que la rodean y las filas de sulkis verdes con sus caballos ornamentados con vivos colores, que compiten con los taxis entre la estación de trenes y la plaza central, y es ondulante la multitud que se mueve lentamente por las angostas callejuelas y pasajes del zoco de esta milenaria urbe que le dio al país su nombre, que traducido al castellano se dice Marruecos. 

En una calle atestada, un hombre aparece de pronto frente a dos europeas y les ofrece, con gesto entusiasmado e inocente, una serpiente viva extendida entre sus manos, pero las mujeres se espantan y se alejan. Su dueño no quería vender el ofidio sino "prestarlo" para una foto a cambio de unas monedas. 
El centro neurálgico de Marrakesh es la Plaza de los Ajusticiados (Yamáh Il Naf), el paseo más famoso del norte de África, una mezcla de mercado multirubro y actividades circenses, cubierto por el también sinuoso humo de sus cocinas al aire libre que se eleva desde avanzada la tarde y esparce su aroma a especias. 
Un pequeño mono con un fez en la cabeza resulta más simpático que la serpiente y algunos extranjeros, en especial niños, posan junto al simio y su dueño recibe las propinas. Al instante se acerca una mujer envuelta en un manto negro, con velo y chador del mismo color, a ofrecer una pulseras artesanales de plata o alpaca. 
El aguatero, que vestido a la usanza antigua reparte agua con un cucharón y vasos de bronce, obtiene más monedas por las fotos que se deja sacar que por el líquido vendido, ya que la mayoría de los turistas prefiere agua mineral envasada. 
En la plaza hay pirámides humanas, encantadores de serpientes, equilibristas, lanzallamas y diversos artistas callejeros que repiten constantemente sus destrezas para que el público los premie con dinero. Siempre algún niño o socio local está próximo a los artistas para "recordar" a los distraídos que el espectáculo es "a la gorra". 
En medio del barullo del gentío y el olor picante de las comidas en preparación también hay prestidigitadores, ilusionistas y jugadores de cartas, damas, ajedrez y backgamon, que compiten con jugadores locales o visitantes y hacen apuestas que generalmente ganan. 
En el centro de algunos círculos conformados en su mayoría por adolescentes y niños, los ancianos contadores de historias relatan sucesos ancestrales como una forma de transmitir las tradiciones y cultura a las nuevas generaciones. 
 PROPINAS, LIMOSNAS Y COIMAS
Quienes no tienen nada que exponer a cambio de dinero se ofrecen como guías para los extranjeros y aunque éstos los rechacen se mantienen junto a ellos y los presentan a los dueños de los comercios, a quienes luego exigen una comisión por haberles llevado clientes. A veces, éstos los echan si el comprador prefiere tratar en forma directa, para ahorrarse la comisión y poder hacer una rebaja tentadora, en el siempre presente y casi obligatorio juego del regateo
Pero lo guías no abandonan, esperarán al turista  en la puerta y al final del paseo también piden una propina, y casi todos, ya sea por agradecimiento o saturados de la compañía, les dan unos "dirhan" para sacárselos de encima. 
Por último, aunque menos numerosos que los anteriores, están los mendigos, de todas las edades y sexo, que esperan en sus puestos fijos o recorren las calles pidiendo. Muchos permanecen junto a las puertas de mezquitas, ya que en el Islam es muy valorada la caridad de sus fieles. 
Sobre el murmullo general se oyen unos gritos más fuertes y se ve correr a la mujer de velo y chador negros. Un policía le corta el paso y le hace soltar una decena de pulseras que ofrecía, que ella asegura le pertenecen, pero con sigilo se pierde nuevamente entre la multitud, sin mucho interés por las piezas incautadas. 
El agente devuelve las pulseras a un comerciante, que le da unos billetes arrugados que el policía estira y guarda en su bolsillo con gesto de quien recibe una justa recompensa por el deber cumplido. Las "propinas" en público a funcionarios son algo habitual en Marruecos. 
Un ejemplo: en el aeropuerto de Casablanca, personal de aduanas descubrió que un pasajero llevaba en su maletín objetos por los que no había pagado impuestos, y el hombre, sin disimulo, sacó su billetera y extendió varios billetes al jefe del equipo, quien con un gesto de su cabeza le permitió cerrar su valija y 
seguir hacia el avión.

EL REGATEO Y LOS GUIAS
En Marrakesh, como en cualquier otra ciudad marroquí, no hay precios fijos. Todo depende de la negociación de partes o de la cara del comprador, tanto para un viaje en taxi -ningún taxímetro funciona-, la compra de una alfombra, una excursión o el servicio de un guía para no perderse en el laberinto de la ciudad vieja. Quien llegue en tren, más de una hora antes de arribar a destino será abordado en su compartimiento por hombres que le ofrecerán hoteles, paseos, comedores, artesanías o alfombras, entre otros productos, y al llegar a la estación, aunque no lo haya pedido, le habrán reservado un sulky para ir al centro. 
Luego, la misma persona o algún pariente lo seguirá todo el día, espantando a los guías ocasionales que se le ofrezcan, y sólo la habilidad del viajero para perderse por propia voluntad podrán separarlo de él, ya que es imposible convencerlos de no son necesarios y que uno desea recorrer la ciudad por cuenta propia. Ellos siempre se entrometerán en cualquier transacción que el turista quiera realizar -lo harán en árabe con el comerciante- o en los diálogos entre los visitantes, ya que la mayoría puede hablar varios idiomas, en especial inglés, castellano y francés. 
Si bien es necesario cuidar la cartera y esquivar timadores, charlatanes, jugadores y prestidigitadores que intentarán quedarse con el dinero del extranjero, también hay gente dispuesta a compartir su comida sin cobrarle. 
A la hora de la cena, cuando la gente se aglomera en los tablones que hacen de mesa frente a los puestos callejeros, basta con arrimarse a oler con placer e interés el vapor de la comida de un lugareño para que éste le ofrezca un pan y arrime el plato al visitante para compartir la comida. 
 Toda esta actividad de Marrakesh, que parece una gran producción "hollywoodense" armada para el turista, es en un alto porcentaje su vida cotidiana. También hay espectáculos en hoteles o explanadas especiales, como bailes bereberes que incorporan la danza del vientre, con odaliscas vestidas como ninguna mujer lo haría en este país, y carga de jinetes que dispararán salvas de sus mosquetones al aire. Pero eso sí es fantasía para turistas. 
   Marrakesh El Hamra (Marruecos la Rosa, tal su nombre completo), la puerta al desierto, fue fundada en 1062 y mantiene el ritmo de vida surgido de la mezcla de filosofías y culturas almorávide, bereber y árabe, y siempre puede asimilar la huella que cualquier visitante sea capaz de dejar, ya que aún hoy es un punto de transición entre civilizaciones. 
La "Perla del Sur" de Marruecos conserva también sus suntuosos monumentos, como la mezquita Kutubía, desde cuya torre se domina toda la ciudad y la planicie hasta las montañas del Atlas; el Palacio de Al Abadí y las tumbas Saadíes, todo dentro de la muralla rojiza de seis metros de alto y 13 kilómetros que la rodea desde sus orígenes. 
   
Por Gustavo Espeche Ortiz
Publicado por la Agencia de Noticias Télam - Argentina