lunes, 30 de mayo de 2011

EL CAÑON DEL ATUEL Y SUS DOS PAISAJES

Los más de cuarenta kilómetros del Cañón del Atuel, en el sur de Mendoza, presentan dos paisajes distintos: el río sin agua en el desértico tramo superior, de rocas multicolores, numerosas geoformas y ocasional presencia humana, y el río caudaloso y habitado en el verde Valle Grande,  tras un desnivel de unos 500 metros.

lunes, 23 de mayo de 2011

EL “TANGO NUEVO” EN BUENOS AIRES

No hay abrazo sino distancia, ni miradas apasionadas u ojos cerrados con romanticismo, sino sonrisas cándidas o gestos agotados, como si bailar fuera trabajo y no placer, y tampoco la armonía social de la ronda. Es el “Tango Nuevo”. Quienes lo bailan dicen que es más fácil y creativo que el tradicional, y quienes lo enseñan ganan muy bien, porque satisface una demanda del hemisferio norte.



Dicen que todo comenzó cuando alguien -un extranjero, aseguran- cuestionó “¿por qué seguir una ronda?” Entonces cada pareja comenzó a bailar independientemente del resto. Otro planteó “¿para qué bailar con los torsos pegados, dentro de un abrazo?” Y todo contacto se limitó a manos y brazos, y el hombre dejó de guiar con el pecho... el hombre dejó de guiar. Después se perdió la postura y distribución del peso (“de la cintura para abajo, hacia la tierra; de la cintura para arriba, hacia el cielo”, sentenciaban los grandes maestros) y la caminata “punta-planta-taco”, y así llegó el día en que desaparecieron todos los códigos.
Ésta es una de las versiones más aceptadas sobre el origen del Tango Nuevo, aunque suena a la típica mitología urbana facilista con que se explican ciertos fenómenos en Buenos Aires. Otra versión habla de una apertura en el baile, la llegada de nuevas generaciones y una fusión con disciplinas como la danza contemporánea y coreografías teatrales, y asegura que no empezó con el planteo de un extranjero, pero sí en el norte, con los profesores Gustavo Naveira y Chicho Frúmboli, y continúa en Argentina con algunos de sus alumnos devenidos en profesores.
Con su aparición surgieron tremendistas que aseveraron una ruptura irreconciliable en el tango; optimistas que lo ven como un proceso de una expresión artística, que aportará elementos que revitalizarán esta danza, y escépticos (*), para quienes es sólo otra moda de una sociedad consumista que produce y vende lo que se pueda cobrar en euros o dólares y, como tal, durará algunas temporadas y luego quedará en el olvido o será reemplazada por otra exigencia del mercado exterior.
El Tango Nuevo desembarcó en Buenos Aires y ganó adeptos hasta llena algunos salones, aunque sólo una media docena de milongas sobre más de cien existentes. Muchos nuevos maestros lo aprenden e incorporan a su oferta, aunque la mayoría -por las dudas- no abandona el tango tradicional.
Estos maestros sostienen que muchos alumnos quieren aprender Tango Nuevo, pero no lo enseñan a neófitos del baile o a principiantes, sino a quienes tienen una base de tango o dominan otra danza. Los profesores de tango tradicional, aún los más jóvenes, afirman que la cantidad de gente que empieza a aprender “de cero” no ha mermado con la aparición de esta nueva danza.

EL BAILE
Desde afuera, parece simple: No hay códigos ni exigencias. El compás parece no importar y la música es sólo un fondo para el baile. Nadie sigue la ronda “en sentido inverso a las agujas del reloj” -con los mejores por el borde y los novatos al centro- y cada uno baila donde quiere, sin contemplar la existencia de los demás. Bailan distantes y con movimientos expansivos, por lo cual cada pareja parece querer adueñarse de todo lugar que no sea ocupado por otra.
En general guía el hombre, pero también la mujer, lo que a veces genera tironeos, aunque en la dinámica propia de este estilo eso pasa inadvertido. La marca no es con el pecho -no hay abrazo- sino mediante un tira y empuje con las manos. No interesa el eje ni permanecen enfrentados, sino que se mueven en vaivén en forma inversa, como esquivándose, como en la capoeira brasileña, o caminan por los laterales. A veces ambos avanzan hacia el mismo lado, en paralelo o en “cucharita”, y flexionan constantemente las rodillas, subiendo y bajando en cada paso, para dar impulso a largos enviones o para levantar los pies lo más alto posible.
Nunca cierran los ojos y generalmente bailan con las miradas perdidas en lontananza o en la nada -da lo mismo-, ajenos a su pareja, o ambos miran el piso, como para indicar uno al otro dónde pisar, o para asegurarse que el lugar donde pondrá el pie está libre. Las figuran parecen memorizadas -quizás por eso el gesto de estar cumpliendo un trabajo-, aprendidas en pareja o, al menos, con el mismo maestro, por lo que no pueden bailar Tango Nuevo con cualquiera ni en cualquier lugar.
Los que van a alguna milonga, terminan bailando sólo entre ellos y con frecuencia generan incomodidad o rechazo entre los tangueros, no por el estilo sino por no respetar los códigos sociales. Hasta en un salón de Tango Nuevo que funcionaba en Cátulo, en el barrio de Abasto, los organizadores pararon la música para pedir a las parejas mayor respeto por el espacio de los otros, luego de observar varias situaciones tensas.
Estos bailarines dicen que los tangueros que los critican -o las mujeres que no aceptan su convite- no son capaces de abandonar la rígida estructura del tango y exhibir la destreza y creatividad de ellos. Los milongueros replican que el Tango Nuevo es el consuelo de quienes nunca pudieron sentir ni aprender a caminar el tango. “No bailan en pareja; los hombres toman a las mujeres como si les dieran asco, de lejos y con la punta de los dedos, como si fueran una bolsa de excremento”, graficó indignado uno de éstos a La Cadena.

SIN PROBLEMAS
Una visita a los principales salones de Tango Nuevo -en Cátulo y en Villa Malcolm- permitió a este corresponsal comprobar que allí se mueven con comodidad bailarines que generalmente son rechazados o tienen problemas en las milongas, como un alemán con quien las mujeres no quieren bailar porque dicen que no sabe guiar y sólo las sacude con los brazos, o un joven argentino a quien en medio de un tango un hombre le sugirió que si era principiante fuera a practicar al centro de la pista, y un norteamericano que hasta fue desafiado a pelear en la milonga de la avenida Independencia, tras embestir varias veces con sus largos pasos a un joven milonguero, quien lo consideró una provocación y se enfureció. Nadie entendió que no era gente que no sabía bailar, sino bailarines de Tango Nuevo.
Para Alicia, quien recorrió Europa a principios de esta década, el Tango Nuevo no es nuevo, salvo por su nombre. “Hace unos ocho años, en las milongas europeas ya se bailaba así, porque veían cómo se bailaba en los shows de argentinos en sus escenarios e intentaban imitarlos. Ahora, algunos descubrieron que es buen negocio enseñarles a bailar como ellos ya bailaban, especialmente a los que tienen dificultad para aprender el tango argentino, y les dan clases y lugares para que practiquen y vuelvan contentos de haber aprendido tango en Argentina”, comentó sonriente.
El “Gordo” Carlos, joven organizador de una milonga y amante del tango original, señaló a La Cadena que “lo bueno de esto es que suma gente al tango, en especial chicos, que lo ven como algo fácil y que requiere sólo destreza física”. Sobre las diferencias con el baile tradicional, encogiéndose de hombros aseguró: “No hay problema, ya están adentro; cuando maduren y no sean tan ágiles y la vida les haya dado un par de golpes, van a empezar a bailar con sentimiento. El tango siempre te espera”.-

Por Gustavo Espeche Ortiz
Publicada por la revista "La Cadena", de Holanda, especializada en Tango bailado.

(*) Aparentemente tenían razón "los escépticos" que se menciona en el texto. Esta nota fue publicada hace unos tres años, durante el auge del Tango Nuevo, y desde entonces hasta ahora, 2011, el entusiasmo ha declinado y todo indica que se trató de una moda que pronto quedará en el olvido o con pocos seguidores y, en el peor de los casos, será reemplazada por otra.