Las laderas del cerro Negro, en la localidad neuquina de Aluminé, son un blanquísimo manto de nieves vírgenes, sobre las cuales pequeños grupos de turistas son llevados para abrir camino hacia arriba después de las nevadas, para luego deslizarse con tablas de snowboard y también disfrutar de la paz de esas inmensidades de desierto y cielo, que en esas alturas se unen casi al alcance de la mano.

Los guías de este poblado, ubicado a unos 340 kilómetros al oeste de la capital provincial, arman pequeños grupos, a los que llevan a aprender o a practicar este deporte casi en la cima del cerro Negro, que paradójicamente es un desierto blanco en estos días.
Las camionetas llegan por un camino de ripio nevado y barroso hasta un punto desde donde se debe seguir a pie, con la tabla a cuestas y, en días como el de la ocasión, posteriores a recientes nevadas, a través de un fino polvo níveo que llega al metro de altura y reclama un esfuerzo similar al de caminar con el agua hasta la cintura.

Debajo de la nieve puede haber pastos, piedras, pozos, turba o hilos de agua, por lo que es posible alguna caída o golpe leve, y por eso los guías son acompañados por bomberos de Rescate de la dotación de Aluminé, con equipo de primeros auxilios y una camilla de traslado.
La caminata es por territorio de una comunidad mapuche, con la cual las autoridades de turismo acordaron la realización de estas excursiones. Si alguno de ellos anda por la zona durante la actividad, puede que se sume al grupo y colabore con su baquía, ya sea sólo para conocer gente o a cambio de una práctica de snowboard.
También es posible hallar algún grupo de mapuches con su jauría en una cacería de liebres, quienes no tendrán problemas en que los turistas los acompañen para ver la caza.
En esta oportunidad, se sumaron al grupo dos indígenas que iban con media docena de perros -que son los verdaderos cazadores, ya que sus dueños no usan armas y sólo toman la pieza capturada por el animal-, quienes ayudaron a abrir camino, ya que también iban a la zona alta, donde están los refugios de las liebres.
Sin embargo, luego de caminar con una envidiable naturalidad por la nieve, abandonaron la jornada de caza y se quedaron a aprender a "surfear", en este caso con la misma torpeza y dificultad de los turistas principiantes.Algunos mapuches son buenos esquiadores, pero el snowboard es algo nuevo para ellos. Por eso, junto a los visitantes se cayeron rodaron y volvieron a subir decenas de veces y se divirtieron toda la tarde.
Al cabo de una hora ya era un grupo homogéneo, al que se agregaron otros tres mapuches, entre ellos una joven "huerque" (algo así como una vocera y guía espiritual).
Todos armaban un pequeño y bullicioso grupo humano que profanaba la quietud y el silencio primordial que reina entre las inmensidades de los cerros y del cielo, observados sólo por los perros cazadores y, de vez en cuando, por algunos cóndores que sobrevolaban las cimas.
Cristian, uno de los guías e instructor, explicó a Télam que Aluminé apuesta a actividades invernales de aventura como ésta, de bajo riesgo pero de alta dificultad en lo que hace a resistencia.

En estas actividades, el turista no está rodeado de gente y bullicio, sino que se encuentra sólo o con su propio grupo y puede disfrutar del silencio y la paz del lugar, algo que muchos buscan en la Patagonia.
Por Gustavo Espeche Ortiz
Publicado por la Agencia de Noticias Télam
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