lunes, 18 de julio de 2011

EL TANGO REPRESENTÓ A ARGENTINA EN LOS FESTIVALES DE VERANO DE DANZAS TÍPICAS EN ITALIA



Un grupo de tango de la Patagonia me invitó hace unos años a sumarme a una gira de dos meses por Italia, por falta de uno de sus titulares. Nunca diría que fui bailarín profesional de tango siquiera por un rato -aunque eso garparía en las milongas- sino que sólo compartí una gira con profesionales para vivir la experiencia desde adentro. Habíamos acordado que sólo bailaría milonguero, ya que no me gusta el tango espectáculo ni lo sé bailar, pero las circunstancias me obligaron a aprender y bailar varias coreografías, entre ellas una para "Libertango", que estaba de moda en Europa y lo bailábamos todos los días, a veces repetido. Ahora, cada vez que oigo su característico "pará papárapara..." quiero taparme los oídos. 
Para ir, tomé unas vacaciones extras en Télam y al volver habían cambiado las autoridades. Uno de los nuevos jefes me conocía y, enterado de la caradurez que me había mandado, me dijo "escribite una nota contando todo eso". Así surgió este artículo.

El tango estuvo presente en los festivales de verano de Italia, junto a otras danzas típicas de América, Europa y Asia, donde se destacó no sólo como expresión artística por la aceptación del público y el interés que despertó aún en bailarines de otros países, sino también como reflejo de una cultura.
Los festivales comenzaron en forma simultánea en numerosos pueblos y durante las dos primeras semanas Argentina era representada por sólo los músicos del grupo "Petrotango", nombre que para los italianos era algo así como "Tango de piedra", pero en realidad se refiere a su ciudad de origen, Comodoro Rivadavia, capital argentina del petróleo.
La primera pareja de bailarines de Argentina llegó cuando la compañía estaba en el festival de Castiglione del Lago, en Peruggia, pero después de viajar en medio día desde el invierno porteño a uno de los veranos más calurosos de Europa en las últimas décadas, no actuó esa noche sino que se dedicó a aclimatarse y ensayar tras la cena, mientras se desarrollaba la función en el centro del pueblo. Practicaban en un estrecho pasillo junto a las escaleras del hospedaje común, hasta avanzada la madrugada, en un horario increíble para los otros participantes, para quienes la noche -o la trasnoche- es sólo para descansar,  y entonces los miraban asombrados al regresar de la función rumbo a sus dormitorios.
Nacida en un país de inmigrantes que concentra la tercera comunidad itálica del mundo, con muchos de ellos entre sus más reconocidos creadores e intérpretes, la danza porteña -aunque representada por una compañía patagónica- jugaba casi de local en cualquier rincón de la península.
Quizás por esos antecedentes, el tango sorprendía o resultaba más extraño a los otros grupos musicales invitados que al público italiano, que lo conoce desde sus inicios y entiende su esencia, y por eso no resultó raro que la argentina fuera la única compañía extranjera que incluyó bailarines locales.
Al día siguiente de ese ensayo nocturno, muchos comentaban sobre el hombre y la mujer que en la madrugada, con música casi inaudible, se abrazaban muy juntos, rozaban sus piernas, brazos y caras, caminaban y giraban como un solo cuerpo, se despegaban, se miraban desafiantes y ansiosos y volvían a unirse para culminar en una caída controlada o un deslizamiento que parecía fundirlos.
El próximo ensayo, en un caluroso mediodía, fue con los músicos, y entonces por todo el predio se corrió la voz: "Hay argentinos bailando tango". Pronto, el lugar donde la pareja en pantalones cortos y musculosas ajustaba sus movimientos con la banda, se llenó de curiosos de diversos países, que tomaban fotos y filmaban cada paso y cada figura, como si no fuese un ensayo que se interrumpía por momentos y recomenzaba, sino una función, y hasta les brindaban un cerrado aplauso al final de cada tango.
Con amigos de Colombia, Sry Lanka y Paraguay
Los latinoamericanos ya conocía el tango, pero serbios, rusos, mongoles, letones o chechenos miraban con asombro a ambos y tras el ensayo hasta los seguían intrigados, como para entender qué había sucedido entre ellos en cada tango y que podía ocurrir después. Algunos de los que hablaban castellano, durante el almuerzo se acercaron a compartir la mesa con los argentinos.
Con el correr de días y pueblos -de Calabria, Abruzzo, Sicilia, Friuli y Roma, entre otras regiones- donde se compartía escenarios con variados países, en algunos casos con reencuentros, nació una camaradería con pocos idiomas en común y un gran lenguaje de gestos. Percusionistas, tecladistas o guitarristas de distintos países se prestaban sus a veces "sagrados" instrumentos y tocaban juntos en los ratos libres. 
Los ballets, en cambio, se limitaban a lo suyo, con disciplina, concentrados y desentendidos de los otros, aunque finalizados los ensayos y funciones el lugar común para muchos era intentar algunos pasos de tango con los argentinos. Esto ocurría generalmente luego de la cena, cuando los músicos de diversas compañías alegraban la sobremesa con sus ritmos, pero a medida que la mayoría se retiraba a los dormitorios sólo los acordes del tango persistían para cerrar la noche. 
Los únicos que trasnochaban junto a los argentinos eran los polacos, acompañando con sus violines, acordeones y una increíble cantidad de vodka que cargaron en el ómnibus que los trasladó desde su país. La fiesta seguía a veces tan tarde, que los trasnochadores se cruzaban con los primeros en levantarse cuando iban por su desayuno o desayunaban junto a ellos antes de ir a dormir ya con el sol.
Isaías, director de la compañía colombiana, comentaba que "las danzas latinoamericanas son siempre más sensuales que las europeas; en éstas prevalecen la acrobacia o la destreza en escenas marciales, por su tradición guerrera, pero cuando muestran una relación de pareja se vuelven más cortesanas y distantes".
Rusos de altas botas daban saltos espectaculares, mongoles con arcos y flechas entraban amenazantes al escenario, serbios cubiertos con pieles manifestaban la antigua vida rural de su pueblo, morenos semidesnudos de Sry Lanka lanzaban fuego por la boca y los chechenos se batían a duelo de espadas que lanzaban chispas en la noche.
Los latinoamericanos movían caderas, pelvis y hombros en escenas de procesiones y ritos paganos o imitaban a las fieras, en danzas de origen africano. Los tangueros desplazaban suavemente su peso, con los pies a ras del piso, mezclando el aliento en llamativas pausas y sentadas, apurando alguna corrida  o giro con un sobrepaso y enredando las piernas en "sanguchitos", "sacadas" y "ganchos".
La coreógrafa de Polonia, Margarita Mitrenka, confesó que la primera vez que los vio "no me gustó, no veía gran destreza física ni coreografías exigentes y además cada pareja bailaba un mismo tema de manera distinta a las otras; y al día siguiente, el mismo tango lo bailaban con pasos y figuras diferentes. Me parecía indisciplinado, como que cada uno hacía lo que quería".
Cuando a su mirada profesional le agregó corazón entendió este baile que la intrigaba: "ustedes no bailaban una danza, se estaban seduciendo en el escenario, es magnífico hacer eso siguiendo la música; ahora veo porqué ensayan tan poco, si es algo natural", comentó entre asombrada y maravillada.
En el desfile inaugural que recorría cada pueblo, los grupos iban con sus ropas tradicionales. Ahí, los tangueros se destacaban pero por poco originales: sin plumas, pieles ni coloridas telas artesanales, eran los únicos vestidos "a la europea", con trajes oscuros en los que sólo resultaban llamativos algún lengue, un funyi o los zapatos bicolores. Una policía de Corropoli comentó divertida que cuando veía a esos hombres de negro y con anteojos oscuros, con paso firme y sacando pecho, pensaba en un grupo mafioso que llegaba para ajustar cuentas con alguno de pueblo.
También la misa con que se bendecía cada festival marcaba una diferencia, casi un problema, para las tangueras, ya que se debía asistir con ropas típicas, pero las ropas femeninas típicas del tango eran más dignas de un cabaré que de una iglesia. Entonces iban al templo con tacos altos, llamativos vestidos rojos o negros con tajos pronunciados, amplios escotes, brillos, flecos y medias de red, y aunque cubrían sus hombros no se salvaban de la severa mirada de devotos y de señoras que estiraban sus cuellos para verlas de arriba a abajo.
Bailes y atuendos de países de una misma región variaban con el paso de las fronteras pero resultaban parecidos en esa transición, como rusos, letones, polacos y serbios; peruanos, ecuatorianos y colombianos, o españoles y portugueses, pero el tango también en ese aspecto estaba solitario; era distintos a todo, ya que no se asemejaba a sus vecinos latinoamericanos ni a sus ancestros europeos. Sus raíces, muy cortas en el tiempo aunque lejanas y variadas en el espacio, lo hacen totalmente diferente aún de los bailes de las provincias argentinas.
La danza más joven de esos festivales, nacida en los suburbios y conventillos, fuera de templos y cuarteles, representaba sin embargo algo mucho más antiguo -y hasta superior- a las guerras, religiones y costumbres que mostraban los otros bailes típicos:  los sentimientos entre un hombre y una mujer.
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(Recuadro)
UNA COMPAÑÍA PATAGÓNICA FUE INVITADA A LOS FESTIVALES


Los Festivales de Verano de Italia se desarrollan en forma simultánea en pueblos de provincias de todas sus regiones, coordinados por la Confederación Internacional de Organizaciones de Festivales Folclóricos (CIOFF). 
Los municipios sede se encargan de la infraestructura para los espectáculos y alojamiento  -generalmente en escuelas o universidades convertidas en hospedajes-, alimentación, mantenimiento, limpieza y seguridad, mientras la CIOFF selecciona las compañías extranjeras a invitar cada año.  Cada compañía actúa en una media docena de festivales, junto a otros cuatro o cinco países -además de un grupo italiano de la ciudad anfitriona-, a los que puede volver a encontrar en siguientes festivales. 
En esta oportunidad, la mayoría de las compañías invitadas fueron de América Latina y Europa del este, aunque también hubo representantes de Asia y de Portugal y España.
 La CIOFF tiene delegaciones en todo el mundo y este año invitó a la compañía argentina "Petrotango", dirigida por el guitarrista de Comodoro Rivadavia Guillermo Terraza e integrada mayormente por patagónicos, aunque fue la única que luego incorporó bailarines de tango de  Italia.
Entre los grupos con los cuales Argentina compartió escenarios figuraron ballets de Colombia, Paraguay, Ecuador, México, Chile, España, Portugal, Letonia, Serbia, Montenegro, Rusia, Sry Lanka, Polonia y las repúblicas rusas de Chechenia y Kalmykia.



Por Gustavo Espeche Ortiz
Publicado en la Agencia de Noticias Télam

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